Floreciendo

Yo no nací para sufrir. Pero el sufrimiento me hace crecer, siempre que yo tenga la humildad necesaria para reconocer ésto.

Algunas veces he llegado a pensar que me podría gustar escribir alguna cosa. Decir por ejemplo de unas plantas de chinitas florecidas que me pareció que podría llegar a querer pintar o dibujar.

Pero las ví tan lindas allí como son, en ese su estar ahí, tan bellas y anaranjadas. Tan ejemplares en sus formas hermosas, que me detuve en mi intento por duplicarlas. Estos días me han traído a mis hijos e hijas más adentro.

Uno se alimenta también del amor de sus hijos. Algo se va consolidando adentro mío. El amor de la familia nos constituye y fortalece. Es como si nos fuéramos unificando con la tierra. Con el aire.

Con el sol, con el viento, con todo lo que existe. Fortalecidos en nuestra brevedad. En este pasar que es eterno mientras dura. Anoche asistí a un monólogo de Ernesto “Flaco” Suárez, en el teatro-bar Los Angelitos.

¡Cuánta belleza en ese decir poético que reúne las lágrimas y las risas! Los dolores y alegrías de una vida en la que ví espejada la mía. ¡Cómo el tiempo va integrando de otra manera, dolores agudísimos que nos tocó vivir en el ayer!

Ayer mismo me preguntaba: ¿cómo lo que hago hoy se inserta en mi historia de vida? El monólogo de Suárez termina con él reencontrando su sentido de ser juglar. Creo que muchos reencontramos también nuestro sentido de estar aquí.

Un aquí vasto como el ahora. Un aquí que por la gracia de Dios, contiene el florecer de esos dolores que nos tocó soportar durante años.

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