Escribir

Escribo para tener un lugar donde vivir. Las palabras forman el mundo y los colores lo iluminan por dentro.

Cuando escribo todo está en su lugar. Yo soy el que soy. Soy yo mismo, y no esos otros yos que fui dejando que entraran y de los cuales tengo conciencia muchas veces solamente al escribir.

La vida va adquiriendo una cualidad antigua, tranquila, benéfica, despreocupada, cuando escribo y cuando leo. El color amarillo, que vi desde el comienzo y veo ahora otra vez, está a mi alrededor y bajo mis pies.

Mi familia y mis amistades, las personas con quienes intercambio afectos, las colaboradoras y los colaboradores en mi acción comunitaria. Voy espejándome cada vez más en lo que me rodea y en lo que hago.

Es como si mi propio reflejo, el ser que reúne todos los yos que soy y que en realidad es un único yo que juega a ser muchos, fuera volviendo a mí a cada paso que doy.

Una sonrisa, una gentileza, mi propia cara que me mira desde el espejo, y en la cual veo todo lo que soy como una realidad.

Es como si yo me hiciera real solamente al escribir. Me leo cuando escribo. Si no escribo no me leo y me disperso y me desconozco.

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