El valor de la vida

Nunca será suficiente lo que se pueda llegar a escribir sobre esto.

Por poco que tengamos alguna sensibilidad cuanto al hecho del vivir, necesariamente deberemos experimentar algún sentimiento profundo.

Toda vida es en sí misma algo admirable.

Cada persona es una superación de infinitas circunstancias adversas que fueron superadas.

No siempre tenemos un buen ánimo, ni una predisposición para maravillarnos con lo que llamo “el milagro de la vida.”

Sin embargo, mi trayectoria vital me llevó desde temprano, y aún hoy, a mantener una actitud de admiración frente a la vida.

Sentirme vivo, ver como en un pantallazo todo lo que experimenté a lo largo de mis ya muchos días.

Saber que supe despertar cariño y respeto en muchas personas en diferentes contextos, algunos extremadamente adversos.

Puedo decir que aprendí a encarar con una actitud de respeto a las personas, pero no puedo ser tolerante con quienes desprecian la vida.

En particular, soy totalmente intolerante para con quienes usan y abusan del poder (económico, político, midiático, etc.) para ofender, agraviar, calumniar, perseguir, amenazar, matar, destruir la esperanza.

Es lamentable que las leyes que reprimen estos abusos, no sean aplicadas.

El cuidado, la protección, la promoción y la práctica efectiva de los Derechos Humanos, obligan a una actitud atenta y vigilante.

En los días de hoy está difundida una “ideología de la libertad,” en la que se escudan los grupos contrarios a la vida, para practicar sus crímenes.

La consciencia exige, sin embargo, que seamos rigurosos, rigurosas, en la denuncia de las prácticas que lesionan la humanidad.

Las Naciones Unidas orientan a que se denuncie en el ámbito judicial-policial local, todo y cualquier acto contrario a la integridad de la vida humana.

No olvidar que la omisión es complicidad.

 

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