Para Ailén
Cuando las piedras afiladas del desierto
hayan destrozado tus sandalias
y contemples tus manos desgarradas
entre las zarzas,
cuando un viento de cólera
haya apagado las últimas lámparas
y la temible oscuridad
cubra los retratos amados,
entonces,
cierra los ojos y recuerda
aquella pequeña fuente
hallada en la montaña.
El agua murmurante
lavará tus heridas,
la verde hierba te ofrecerá
su música callada.
Reposa sin cuidado
en su lecho de
eternidad.