Todos os posts de Rolando Lazarte

Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ-Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/

Sobre el trabajo humano

En estas relexiones, el conocido sociólogo, filósofo, poeta, escritor, pintor y terapeuta comunitario (para citar apenas algunas de las actividades a que se dedica) colaborador asiduo de Consciência, comparte con los/as lectores/as del diario su perplejidad frente a la variadísima gama de tareas en que las personas se ocupan.

Me maravilla la variada gama de quehaceres a que se dedica la gente. Uno hizo el teclado desde donde escribo. Otro, la pantalla donde leo las palabras. Otro más, arregló el techo que goteaba. Un cuarto, los cables por donde va la energía eléctrica.

Uno, inventó el teléfono. Otro, la televisión. Un tercero, la Internet. Otro, los autos que pasan por la calle y que nos llevan de aquí para allá. Ya sé que la Internet fue fruto de numerosos trabajos combinados, como cualquiera de los otros trabajos, inventos o tareas. Todo trabajo, como todo lo que existe, las personas, las plantas, las cosas, son combinaciones de muchos trabajos, frecuentemente anónimos.

Mientras unos se dedican a orar o a cuidar enfermos, otros asaltan, roban, matan. Unos hacen de la oración su meta y su modo de vida, la comunión con Dios y el servicio a su prójimo, del que no se distinguen, mientras otros ocupan su tiempo o parte de él en charlas vanas, juegos, deporte, ver televisión o desfiles de escolas de samba.

Todos son trabajos o tareas humanas, quehaceres, oficios o actividades. En todos, la persona se realiza o saca algún provecho, por las buenas o por las malas. Unos aman y otros odian, unos hacen la guerra y otros la paz, curan heridos, sanan, amparan, protegen. Uno escribe libros para liberar, y otro para lucrar. Uno para ir a la verdad, y otro para difamar, para mentir, para calumniar.

Me maravilla la enorme dispersión de tareas en que ocupa su tiempo el hombre, la persona humana, hombre o mujer. La gente, en una palabra.

Lições do Processo de Reorganização Nacional

O golpe militar de 1976 na Argentina (pomposamente autodenominado Proceso de Reorganización Nacional) deixou muitas lições nos sobreviventes, e muitos interrogantes. Por que eu e não os outros? O que é a vida, afinal? É só corpo ou algo mais? Sem ter se proposto a isto, os genocidas nos empurraram para o âmago da vida, para a essência da existência. Sem dúvida sem ter isto querido, nos forçaram a superar as fronteiras do egoísmo e da limitação territorial, conceitual, doméstica, intelectual. Levaram-nos além das fronteiras da nossa casa, da nossa família, do noso bairro, de nós mesmos, da nossa concepção de realidade, do que é bom, do que é desejável, do que é justo. Por contraste, ensinaram-nos, sem a isto terem se proposto, o valor da vida, da integralidade, da verdade, da justiça. Ao violentarem todo e qualquer princípio, nos mostraram, e disto lembramos todos os dias, o quanto vale uma vida decente, honesta, digna. Aonde está a pátria, afinal. O qué ser uma pessoa inteira, verdadeira, correta, veraz. As lições do processo são constantes para quem teve a sorte, a graça, o desafio de ficar vivo depois daquele horror que ceifou a vida de milhares de inocentes. Não pensem, por isto, que agradeço aos genocidas. Eles merecem, como todo delinquente, a sanção legal que mostre o que é certo e o que é errado. Os assassinos, torturadores, ladrões, mentirosos, falsários e sequestradores, prepotentes e usurpadores, devem ir pra justiça. Um Nuremberg arqentino vem aí. Aguarde. Há mais informações para este boletim.

24 de marzo de 2009

Esa mañana no dormiría. La tarea de procesar al proceso era ardua, interminable. Ya no tenía conocimiento del número de veces que se había volcado sobre esa tarea. La concebía infinita. El país, su vida, divididos en un antes y un después que, sin embargo, reconocían profundas imbricaciones. Sin el estiércol, no habría la planta, no habría florecer. Ellos son el estiércol pensó. El pasado es el estiércol. La abominación, el robo de bebés, la tortura, la fuerza bruta, la mentira, la canallada, la traición, el abuso de toda especie, la inversión de valores, son el no que me permite ser el sí hoy. Sin la ignominia, no sabríamos adónde ir. Cuál es el bien y cuál es el mal. Qué elegir. Ese veinticuatro de marzo, no dormiría. En algún lugar de América del Sur, un pueblo se levantaba en masa, a la hora en que la traición y la aberración, vestidas con la bandera de la patria, se enseñorearon, por años, en un país que se nos figuraba intocable, destinado a lo sublime, signado por los tiempos para apuntar rumbos a la humanidad. Una Argentina que quisimos socialista, justa, libre, soberana, plural, diversa, autónoma, fraterna, de pronto se vio sumergida en la saña dictatorial de un grupo de vendepatrias encumbrados en el poder absoluto, que durante años la sometieron al miedo, al desamparo, a la violación sistemática de todo lo que es bueno, lo que es noble, lo que es valioso. Entregaron las riquezas del país y sometieron a su gente, a quienes les pagaban los salarios, a todo tipo de vejámenes. ¿Quiénes serían ellos? ¿Serían argentinos? No lo creía. Mataron jóvenes, viejos, mujeres y hombres, sin distinción, sin derecho a nada. Cínicos, perversos, la cara de la hiena Videla, la frialdad asesina de un Astiz o de un Von Wernick, de un Massera, de un Galtieri, que entregó las Malvinas. Pasaba la historia por su mente, por su pecho. El mate se enfriaba abajo, y sabía ser estas líneas, parte de un mosaico infinito de historias, de memorias, bien y mal contadas, ciertas y erradas. Ya la moto pasaba por al lado, y algún auto se aproximaba. El barullo del mar adormilaba. Dejaría para otra hora la infinita tarea de procesar las tareas del proceso, la tarea de procesar al proceso. La interminable tarea de procesar al proceso de reorganización nacional. El tigre Acosta, la Esma, los imbéciles que tratan de igualar guerrilla y genocidas, muy al gusto de los Grondona y La Nación. La la la nación. Sin saber, o haciéndose los que no saben, que desde 1973 la guerrilla estaba bajo comando militar. La la la Nación. Nacional. Nación. Jugaba con palabras, o dejaba que ellas jugasen. Rima, amar, ramo. Mora. Amor. ¿Sabría el genocida de amor? No me gustaba que mataran policías en la calle, antes del golpe. Pero, pienso ahora, ¿Quién los mataba? Yo solamente disparo colores, canciones, poemas, pensó. No me gusta que maten a nadie. No me gustó que eliminaran a Pedro Eugenio Aramburu. No me gustaban los montoneros y su culto a la muerte. Eso es fascismo. Tampoco me gustó que mataran a Valle y compañía. No me gusta la muerte. No los asesinatos. No es bueno. Matar es malo, muy malo. Lo mío es la vida, pensó. El vecino se preparaba para ir a la playa, y, en breve, iría también. A ver el sol, a orar un poco, a ver las mujeres andando por la beira mar. Eso es vida. Eso es veinticuatro de marzo de 2009.

Cuando viene la mañana, me alegro porque el día está cerca

La luz viene y la obscuridad no estará más. Otra vez veré, sí, otra vez veré el sol resplandeciendo o, por lo menos, la claridad del día guiando nuestros pasos. La humanidad toda se levanta y se pone a andar. Unos van a la escuela, otros a cuidar niños a un hospital, otros más, a los distintos lugares de trabajo donde ganan el pan diario. Yo me levanto también, hace años, como tantos y tantas, también a cumplir mi tarea. Como vos, no represento, soy. Así fue cuando era niño, lo fue en mi adolescencia, y lo es ahora, en la edad madura. Ahora digo sí al ejército de paz. Digo sí a la terapia comunitaria, digo sí a Dios, sí al amor, sí a la vida, sí a todo lo que es noble, bueno y justo. Veía Nelson Ned en la televisión, dando testimonio de su conversión. Dejó las drogas, la vacuidad del mundo de la fama y del dinero, para seguir los caminos del Señor. Yo también, Dios, insisto. Trato de seguir tu voluntad en mi vida, desde que me conozco por gente. No siempre lo consigo. Ya me engañé, como Nelson Ned, con argumentos sagaces. Yo sé que no basta querer, decir con la boca yo quiero. Todo el cuerpo, todo el ser, el sentir, el pensar, el hacer, han de ser uno solo. Leía el salmo 51 y también el 4, que él cita. Y el párrafo de Juan en el Evangelio de hoy. María no representa, ella es. Yo soy. Hoy es 23 de marzo de 2009.

La sensación de estar vivo es, para mí, la más admirable

Un día antes de la recordación, en Argentina, del último golpe militar, un sobreviviente comparte con los lectores y lectoras de Consciencia, sus impresiones.

Despertar de mañana y descubrir que estoy respirando, pensando, sintiendo, queriendo o no queriendo, orando, etc, es la más destacada, para mí, y aquella que sobrepuja a todas las demás. Hoy me desperté a las 20 para las seis, como dicen los chilenos, o las seis menos veinte, como decimos los argentinos. Ya son las 6:15, como decimos aquí en Brasil, y han pasado tantas cosas por mi percepción, que me parece que es imposible transcribirlas a todas o, siquiera, a una parte substancial, o las principales. Delante de esto, me surge: ¿es posible la atención total? ¿Hay una forma determinada de orar (no te pongas teológico, ya te dije) o la vida consciente, atenta, conectada, fluyente, concentrada y suelta al mismo tiempo, es la oración perfecta, al menos para mí? Además de desperezarme y decidir no arreglar la cama sino bajar a la planta baja (vivo en una casa de dos pisos), abrir las ventanas del piso inferior y sacar la manta que cubre el sofá de la sala de televisión, ya hice otras cosas, como lavar la loza, tomar guaraná con açaí y jugo de limón con hielo, preparar el mate y venir aquí a escribir estas cosas que estás leyendo. La sensación de estar vivo, mi admiración frente a este hecho, el agradecimiento al ser supremo que llamamos Dios, Divina Madre, Jesucristo, etc, (va en el gusto de cada uno/a) por este hecho primero y substancial, que precede a todo otro, son para mí primordiales. No sabría orar si no estuviera agradeciendo por haber salido de la depresión, por haber conocido María y haber decidido, un día de 1999 en Pacheco, que volvería, que volvería a ser el Rolando anterior al terror, al miedo, a la dictadura. En aquél tiempo, vivía pensando en los desaparecidos. Tenía miedo de la gente y de mí mismo. Desfilaban por mi mente relatos de tortura, las sensaciones en Buenos Aires y Mendoza en los años del oprobio. Mamá y Ramón en la mira de los asesinos. Arturo y Leo escapando de la muerte. Yo mismo, tanta gente, todo el mundo bajo la mira de la canalla militar y policial, clerical y fascista. Y al nombrar y adjetivar, desdibujamos, ya no es lo que es, ya no es lo que fue, ya no es lo poco que conseguí traer a la conciencia en dos artículos que la ADUFPB-JP publicó: Argentina, ayer nomás y Sur, paredón y después. A veces se me figura que sin ese telón de fondo, sin ese miedo constante e intenso, omnipresente, que nos hicieron sentir durante tantos años, minuto a minuto, día tras día, no gozaría de esta alegría de vivir. No creo que sea así, pero se me ocurre, a veces. A veces pienso, y me avergüenza pensarlo, que sin el miedo omnipresente de aquél tiempo, hoy la vida no me sería tan querida. Sé que sin exilio no hay retorno. Yo me exilé, todos se exilaron, y volví. Vamos volviendo. Volveremos cada vez más. Al menos yo estoy decidido, y no abro mano de esto: Volveré. O tal vez ya haya vuelto, pero sigo viniendo, como la ola del mar, como el agua que completa su ciclo girando desde las profundidades de la tierra a las fuentes de los manantiales, corre por los ríos, se eleva en neblina, brilla en el arcoiris, cae como lluvia, flota como nubes y se mece como el mar y es siempre agua. Apenas agua. Nada más que agua. Agua de la fuente, agua cristalina y primordial. Hoy es el 23 de marzo de 2009.

Argentina, 1976 e depois

É um árduo exercício, mas inevitável, todo mês de março, os argentinos se voltarem para os fatos que ocorreram a partir do golpe militar de 24 de março de 1976. A circunstância de que os genocidas que torturaram, seqüestraram e mataram milhares de pessoas no país de Maradona e Gardel, Borges e Mercedes Sosa, fossem argentinos, coloca, de per si, alguns interrogantes. ¿Seriam, de fato, argentinos? Pessoas de bem se perguntam isto. O fato de, comprovados os crimes, não ter havido constituição de um Tribunal Internacional de Justiça para condenar os delinquentes, coloca, também, um desafio. Impunidade gera repetência. Ou, ao menos, estimula a possibilidade da ocorrência de novos fatos do mesmo tipo. Na Argentina, os crimes contra a população civil percorrem difíceis caminhos nos meandros do aparato judicial. A Comissão sobre o Desaparecimento de Pessoas presidida pelo escritor Ernesto Sábato (CONADEP), mapeou as estratégias do terror praticadas pela ditadura. Dirigentes sindicais, jornalistas, militantes socias, ativistas de directos humanos, foram uma parte dos alvos da matança e amedrontamento. Mas o alvo maior, como foi constatado pela OPAS/OMS, era a mayoria da população, a totalidade dos habitantes da República, pessoas comuns como você e eu. O General Ibérico Saint-Jean, governador pela ditadura, da província de Buenos Aires, afirmava: Primeiro vamos acabar com os que são, depois com os que foram, e finalmente, com os que poderiam ser. Os “presumivelmente subversivos”, compreendiam uma ampla gama, que ia das testemunhas de Jeová aos alternativos de distintos matizes: gente “rara” em geral. Os que tivemos a graça de sobrevier à mais vasta operação de amedrontamento coletivo executada pela tropa de ocupação no País do Sul, 33 anos depois do início da mesma, estamos mobilizados para exigir a justiça que nos foi negada, para homenagear nossos mortos e insistir nas bandeiras que nos levaram e ainda nos levam, nos distintos lugares em que tivemos condições de sobreviver, a agradecer às inúmeras pessoas e organizações que, nos anos 76 e depois, estenderam suas mãos solidárias para acolher os fugitivos do regime de terror de Videla, Massera e Agosti. Ainda cantamos, ainda rimos, ainda trabalhamos no dia a dia, por um mundo de mais amor, mais paz, mais justiça, mas fraternidade, mais igualdade, mais respeito às diferenças. Puderam matar muitos dos nossos, mas não mataram, nem nunca poderão matar, a esperanza e a fe nos ideais que nos moveram ontem e nos movem hoje, a lutar por uma Argentina socialista, plural e diversa, libertária e justa. É isto.