Todos os posts de Rolando Lazarte

Doutor em sociologia (Universidade de São Paulo). Mestre em sociologia (IUPERJ). Licenciado em sociologia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina). Professor aposentado da UFPB. Terapeuta Comunitário Formador. Escritor. Membro do MISC-PB Movimento Integrado de Saúde Comunitária da Paraíba. Vários dos meus livros estão disponíveis on line gratuitamente: https://consciencia.net/mis-libros-on-line-meus-livros/

Otro día comienza

Oyes los pájaros. Te parece mentira estar vivo. Tiempo de descuento. La ola sube, la ola baja, y cada vez más estás cerca de la orilla. Te parece mentira haber llegado hasta aquí, estar tan cerca. No sabes de qué, y siempre supiste. Le llamas Dios, realidad suprema, todo, creación, amor. Le diste muchos nombres pero hoy no te importan los nombres. Los pajaritos cantan y el cielo se pone claro. Otra vez tus ojos sienten la luz del día llegar. Otra vez estás vivo. Te alegras. Ya falta poco. O quien sabe ya llegaste, ya estás en la orilla de allá. Allá es aquí. Tú eres aquello. El sur es esto. Pero ya te estás poniendo demasiado discursivo. ¿No basta el día? ¿No basta estar vivo? ¿No basta la alegría? Otro día comienza.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

En brillante ensayo con pretensiones literarias y visos de comicidad, el conocido miembro del consejo editorial de Consciencia, comparte con lectores y lectoras del diario, vicisitudes de las afinidades que nos unen.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño. Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré. Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta. Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego. Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

En brillante ensayo con pretensiones literarias y visos de comicidad, el conocido miembro del consejo editorial de Consciencia, comparte con lectores y lectoras del diario, vicisitudes de las afinidades que nos unen.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño. Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré. Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta. Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego. Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.

Hey Jude

Esta mañana escuchaba Hey Jude. Leía la letra: Hey Jude, don´t make it bad, Take a sad song and make it better, Remember to let her into your Heart, Then you can start to make it better.

Enseguida oigo Revolution: You say you want a revolution, well, you know… We all want to change the World, But when you talk about destruction…You must to free your mind instead.

La mente paraba, era como si hubiera llegado a un remanso. Recordaba vos cantando Hey Jude. Un niño llorando. Ya pasó, Menino. Nosotros te amamos.

El sonido se iba llevando la tristeza. No que hubiera algo de malo con ella. Es que se iba yendo nomás, como una lluvia que pasa. Thank you, Girl.

San Francisco

Esta mañana pensaba en San Francisco. Los pajaritos cantaban y yo acompañaba su canto. Parecía que el tiempo se había detenido. En algún lugar estás tú, padre Francisco.

Hijo de Bernardone. Hermano Ovejuela. ¿Qué podría decir de ti, padre Francisco?

¿Qué, que no haya ya sido dicho? Los jóvenes franciscanos en retiro en el Sitio São José. El padre Comblin. Alder Julio. María. Papá. Vivir el presente. Mamá.

O todo es sagrado o nada es. Respiré hondo. Terminamos el desayuno. Llovía.

Hay libros que nos callan. Hay seres que nos silencian. ¿Qué podría decir de ti, padre Francisco? Las florecillas, que conocí por mi padre. La porciúncula, que conocí en Asís. Nada que dijera, diría algo de ti. Solo los pájaros. Solo la lluvia, que amaste con ternura, andando con el hermano León por los caminos de Umbría. Y la hermana Clara. Celano. Capello. Espejo de perfección. Las llagas. El monte Alverna. Tu madre, Francesco. Mamina. Todo volvía. Era el domingo 15 de febrero de 2009.

Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré.

Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta.

Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego.

Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.