Aunque no lo sea, siento orgullo de ser brasileño

Llegué a este país cuando el mío, la Argentina, se hundía en un baño de sangre. Dios sabe hasta que punto ese dolor vive en cada uno de los sobrevivientes. También es cierto que del lado de acá de la frontera, descubrí, y descubro cada día, afinidades que me llevaron y me llevan, me llevarán más allá, más aún, hasta lo más hondo de mi ser, de la realidad profunda, de mi destino argentino, latino, nordestino. Cuando escucho canciones del lado de acá de la frontera, me reconozco, reconozco mi vida, mi venida, mi llegada, mi estada, mi deambular, mi esperanza insistente, mi golpear puertas, mi fuerza, mi recibir gestos amigos, gestos solidarios, amor, cariño, que no olvidaré.

Hoy siento haber transpuesto la línea del tiempo. La vida que vivo es más que vida, es sobrevida. La gente que veo, es un milagro, son milagros ambulantes, milagros como yo, milagros como todo lo que me rodea, como es el existir, como es esto que está aquí, como sos vos que me leés. Hoy pasé el domingo entre la playa y Mangabeira, donde viven mis suegros, seu Chico y dona Marieta, Matheus, Mara, Romero. Dos mundos, de Cabo Branco, la parte pobre, a Cidade Verde, la parte verde, abierta.

Mientras estaba en la casa de mis suegros, un viaje en el tiempo. Una canción me trajo de vuelta. Sigo viniendo. Vengo cada vez más. O talvez ya haya vuelto, no sé. Sé que esto es maravilloso, es más de lo que nunca soñé, o es todo lo que soñé y la yapa. No tengo nada de que hacer propaganda, ningún panfleto, nada para vender, nada de que convencerte. Apenas compartir, compartir estas cosas, esta alegría, este asombro que un buen poeta pondría en cuatro frases, o en una, o en una palabra. Talvez la tengas en la punta de la lengua. Talvez la sepas, la sepamos los dos. Hoy es domingo, se casa Peringo con una mujer que barre la casa con un alfiler. Hay un documento que dice ser este escribiente, brasileño, y no lo niego.

Soy un brasitino, un argentero, un brargentino, como en un tiempo me gustaba decir. Ya los grillos cantan, como siempre cantaron y seguirán cantando, mucho después que estas letras hayan seguido viajes inesperados a través de la memoria de los tiempos. Ya el sueño se anuncia, el jugo de cajú espera, la televisión murmura alguna cosa, y me voy a dormir. Chau, que te vaya bien. Que te pise un tren y te deje chato como una sartén.

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