Aprendizaje

Trato de prestar atención a lo que hago. Ver qué es lo que está pasando. A ver si lo que escucho me trae algo más que palabras. Ví, veo, un agua translúcida, transparente, cristalina. Es el espíritu. El cielo.

Lo que conozco es esta esencia, cambiante. Me centro en esta visión interior. Me tranquilizo. A veces me pregunto cómo lo que hago se inserta en mi historia de vida. Esto evita una acción desconectada. Mis heridas del pasado me potenciaron para una acción restauradora. De mí mismo, en primer lugar.

Miro mi trayecto vital y reconozco las marcas que quedaron. Tengo que lidiar constantemente con esto. Evita que me aburra. Reconozco facetas cambiantes en mí y en la gente. Mi esperanza se fortalece en esta lectura, revisión y reedición constante del vivir. Otras veces trato de evitar la reacción inmediata, no reflexionada.

No siempre lo consigo. Intento al menos ver si es mío el acto, o si es un implante, una repetición de cosas que escuché o me habitué a creer que son de cierto modo. Creo que así evito disolverme en lo masivo. Mantengo mi individualidad. Mi sentir profundo me conecta con la gente. Y me aparta de inconvenientes.

Mi experiencia viene en mi auxilio. Recuerdo que cuando era profesor en la Escola de Sociologia e Política de São Paulo, la convivencia con mis alunos y alumnas me impregnaba de realidad. Mucho estímulo al crecimiento y la creatividad. Fue talvez uno de mis aterrizajes más intensos en la historia y cultura brasileñas.

Hoy recupero ese pasado como un envión a un estar aquí más atento a la polifonía. Los juegos de lenguajes. ¿Cuál ha sido mi experiencia? Esto me dice que se puede. Pude, puedo, podré.

El lugar poético me devuelve la espacialidad del vivir. Me despega de juicios, culpas, victimización, miedo paralizante. Puedo seguir adelante. Así de simple. No hay recetas. Hay experiencias. Intentos. Aprendizaje.

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