Aprender con las caídas

La caída de la democracia no es una cuestión que deba interesar solamente a las personas “que se interesan por política,” como muchxs están teniendo la oportunidad de comprobar.
Que el país tenga un ordenamiento legal en que sean respetados los derechos humanos, sociales y laborales, es una cuestión que interesa a todo ser humano que quiera continuar vivo. Esto también está siendo algo que muchas y muchos están teniendo oportunidad de comprobar.
Que sea elegido para la presidencia de la República un elemento criminal que defiende la tortura, agrede a las mulheres, ofende a los homosexuales y ni siquiera sabe hablar correctamente, no es algo que pueda o deba interesar solamente a “la izquierda”, sino a toda persona que quiera seguir siendo humana.
La humanidad no es una cuestión que interese solamente a artistas, educadores, trabajadores de la cultura, escritores, actores, o activistas de los derechos humanos, sino a toda persona que tenga un mínimo de respeto por sí misma, por la vida, por la familia, y por los valores que nos constituyen como seres humanos.
Estas cuestiones elementales deben ser enfatizadas una vez que en el largo proceso que estamos viviendo en Brasil desde 2013, se instaló una confusión generalizada de tal magnitud, que necesariamente precisamos volver a lo más simple, si es que queremos que Brasil vuelva a ser de hecho una República.
Algo básico: atención a las palabras. Lo que se dice, como se dice, lo que quiero decir. ¿Qué es lo que estoy diciendo de hecho?
¿Qué es la realidad? ¿Es lo que la TV o las redes sociales dicen, o es algo que yo debo ser capaz de conocer por mí mismo, estudiando, investigando, viendo, reflexionando, dialogando, escuchando?
Personas que parecían instruídas se tragaron acríticamente todas y cada una de las mentiras, calumnias y difamaciones que se desparramaron profusamente durante el proceso electoral viciado y fraudulento que culminó con la asunción del actual despresidente de Brasil.
De nada valieron las trayectorias ejemplares de Lula y Haddad, el trabajo consistente de un partido que puede haber cometido sus errores, pero que sin duda acertó más que se equivocó. La delincuencia política, la bajeza moral o peor todavía, la completa amoralidad disfrazada de apariencia religiosa, tomaron el lugar del discernimiento.
En vez de un profesor, asumió un desclasificado total.
Política es cuestión para todxs.
Vida es una cuestión para todxs.
 

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